Odnośniki
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72 Témese, con razón, que sea exagerado el número, pues consta por los demás escritores que los ciudadanos Atenienses que podían votar en sus asambleas solían ser veinte mil únicamente. 73 Reprende Plutarco este pasaje de Herodoto como si abominara de las naves que levantaron bandera para la libertad de la Grecia; pero nuestro autor no las llama autoras, sino principio y como señal de tantos desastres como sucedie- ron, originados de la rebelión jónica y de la ambición persiana". 63 Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar www.elaleph.com Heródoto de Halicarnaso donde los libros son gratis tado contra el rey, abiértoseos ha la puerta para que salvos os volváis a vuestra patria. A vuestra cuenta correrá, pues, el viaje hasta el mar; desde las costas dejadlo todo a nuestro cuidado.» No bien los Peones acabaron de oir el recado, cuando alegres como si el cielo se les abrie- ra, cargando los más con sus hijos y mujeres, se fueron huyendo luego hacia las playas, bien que unos pocos, sobrecogidos de miedo, se que- daron en su aldea. Llegados al agua, se embarcaron para Quio, donde estaban ya seguros, cuando la caballería persa les iba siguiendo las pisadas a fin de cogerles. Viendo, pues, que no habían podido darles alcance, envíanles una orden a Quio para que vuelvan otra vez; pero los Peones, no haciendo caso de los Persas, fueron conducidos por los de Quio hasta Lesbos, y por los de Lesbos hasta Dorisco, desde donde, caminando por tierra, dieron la vuelta a Peonia. XCIX. Entretanto, los Atenienses llegan a Mileto con sus veinte naves, llevando en su armada cinco galeras de Eretria, las que no mili- taban en atención a los de Atenas, sino en gracia de los mismos Mile- sios, a quienes volvían entonces su vez los Eretrios, pues antes habían éstos sido socorridos por los de Mileto en la guerra que tuvieron contra los Ucidenses, a quienes asistían los Samios contra Eretrios y Milesios. Llegados a Mileto los mencionados, y juntos asimismo los demás de la confederación jónica, emprende Aristagoras una jornada hacia Sardes, no yendo él allá en persona, sino nombrando por sus generales a otros Milesios, los cuales fueron dos, uno su mismo hermano Caropino y el otro Hermofanto, uno de los ciudadanos de Mileto. C. Llegó a Efeso la armada, donde dejando las naves en un lugar de aquella señoría llamado Coposo, iban desde allí los Jonios subiendo tierra adentro con un ejército numeroso, al cual servían de guías los Efesios. Llevaban su camino por las orillas del río Caistro, y pasado el monte Tmolo, se dejaron caer sobre Sardes74, de la cual de cuanto en ella había se apoderaron sin la menor resistencia; pero no tomaron la fortaleza, que cubría con no pequeña guarnición el mismo Artafernes. 64 Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar www.elaleph.com Los nueve libros de la historia donde los libros son gratis CI. Tomada ya la ciudad, un acaso estorbó que se entregara al sa- queo. Eran hechas de caña la mayor parte de las casas de Sardes, y de cañas estaban cubiertas aun las construidas de ladrillo. Quiso, pues, la fortuna que a una de ellas pegase fuego un soldado. Prendiendo luego la llama, fue corriendo el incendio de casa en casa hasta apoderarse de la ciudad entera. Ardía ya toda, cuando los Libios y cuantos Persas se hallaban dentro, viéndose cerrados por todas partes con las llamas que tenían rodeados ya los extremos de la ciudad, y no dándoles el fuego lugar ni paso para salirse fuera, fuéronse retirando y recogiendo hacia la plaza y orillas del Pactolo75, río que llevando en sus arenas algunos granitos de oro, y pasando por medio de la plaza, va a juntarse con el Hermo, que desagua en el mar. Sucedió, pues, que la misma necesidad forzó a Lidios y Persas, juntos allí cerca del Pactolo, a defenderse de los enemigos; y como viesen los Jonios que algunos de aquellos les hacían ya, en efecto, resistencia, y que otros en gran número venían contra ellos, poseídos de miedo fueron retirándose en buen orden hacia el monte que llaman Tmolo, y de allí, venida ya la noche, partieron de vuelta hacia sus naves. CII. En el incendio de Sardes quedó abrasado el templo de Cibebe, diosa propia y nacional; pretexto de que se valieron los Persas en lo venidero para pegar fuego a los templos de la Grecia76. Los otros Per- sas que moraban de estotra parte del Halis, al oír lo que en Sardes estaba pasando, unidos en cuerpo de ejército, acudieron al socorro de los Lydios; pero no hallando ya a los Jonios en aquella capital y si- guiendo sus pisadas, los alcanzaron en Efeso. Formáronse los Jonios en filas y admitieron la batalla que los Persas les presentaban; pero fueron de tal modo rotos y vencidos, que muchos murieron en el campo a 74 Llámase ahora el Caistro Minderscare y también Carason: el monte Tmolo, el Tomalitze, y Sardes la pequeña aldea de Sardo. La toma de esta antigua capital es hazaña atribuida por unos a los Atenienses y por otros a los Eretrios. 75 El moderno Sarabat, nombre que se da también al Hermo. 76 Mero pretexto, sin duda: pues los persas abrazaron en Egipto muchos tem- plos, guiados por su principio religioso de que a los dioses no debía encerrár- seles entre paredes. 65 Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar www.elaleph.com Heródoto de Halicarnaso donde los libros son gratis manos del enemigo. Entre otros guerreros de nombre que allí murieron, uno fue el jefe de los Eretrios, llamado Euálcides, aquel atleta que en las justas Coronarias había ganado en premio público la corona y había por ello merecido que Simonides Ceio lo subiera a las nubes. Los otros
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